jueves, 25 de enero de 2018

Virginia Woolf, la escritora feminista que triunfó en un mundo de hombres

25/01/2018


Escritora británica. El nombre de Virginia Woolf figura junto con el de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka entre los grandes renovadores de la novela moderna. Experimentando con la estructura temporal y espacial de la narración, perfeccionó en sus novelas el monólogo interior, procedimiento por el que se intenta representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en su fluir inconsciente, tal y como surgen en la mente.

Si una frase identifica bien quién fue la figura de Virginia Woolf, es la que la escritora plasmó en 1929 en el ensayo Una habitación propia, donde sentenció que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. Un texto que, a lo largo de los años, se ha convertido en uno de los más citados del movimiento feminista, pues expone las dificultades de las mujeres para consagrarse a la escritura en un mundo dominado por los hombres.

Woolf fue además pionera en la reflexión sobre la condición de la mujer, la identidad femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, que desarrolló en algunos de sus ensayos; entre ellos, destaca por la repercusión que posteriormente tendría para el feminismo Una habitación propia (1932). No sólo abordó este tema en los ensayos, sino que también lo hizo en novelas como la inquietante y misteriosa Orlando (1928), en la que se difuminan las diferencias entre la condición masculina y la femenina encarnadas en el protagonista, un aristócrata dotado de la facultad de transformarse en mujer.

Tal día como hoy, Woolf cumpliría nada menos que 136 años. Y es que la autora deja a sus espaldas importantes obras tales como La señora Galloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928) o Las olas (1931). Además de su obra literaria, el conflicto de la mentalidad femenina en lucha con la masculina (que según la autora pretende destruirla) marcó también su día a día hasta el punto de ocasionarle ataques nerviosos y su suicidio. Así lo cree y lo certifica el periodista Roger Poole en su obra La Virginia Woolf desconocida (Alianza Editorial). La tensión empezó en su niñez con el comportamiento de su padre, Sir Leslie Stephen, narcisista y déspota con la madre, muerta muy pronto, y a raíz de las relaciones sexuales a que la indujo un hermanastro, mantenidas pasivamente por Virginia hasta los 22 años.

Para cuando llegara su matrimonio con Leonard Woolf, la joven ya había sufrido dos crisis. Lejos de lo que pueda parecer, el enlace no le aportaría la calma que tanto necesitaba, pues Virginia nunca estuvo enamorada de aquel hombre que chocaba día sí día también con la mente libre y poética de la escritora. Simplemente le aceptó para disponer de “un cuarto propio”, y tal como menciona en su ensayo, poder dedicarse a su amada literatura.

Durante sus ataques se negaba a comer y aseguraba escuchar cantar a los pájaros en griego, razón por la que los médicos le acabaron diagnosticando demencia. Probablemente, el tener un hijo le hubiera devuelto el equilibrio y la calma que tanto ansiaba, pero su marido, mal aconsejado algunos especialistas de la época, se encargó de que esto nunca ocurriera, pues temía que acabaran heredando la supuesta locura que él aseguraba que había invadido a su mujer.

La pluma se convirtió en su única vía de escape, hasta el punto de llegar a personificarse en sus ficciones, un hilo al que se aferraba para conservar su identidad. Un ejemplo se aprecia en su novela Fin de viaje, en el que la protagonista se mata por la imposibilidad de obtener un auténtico intercambio emocional y físico con su marido. Algo totalmente cierto, pues en la biografía de su marido se reconoce que éste padecía un trauma sexual. Estas líneas que coincidieron con una grave crisis de la autora en la que intentó suicidarse por primera vez.

En la que es probablemente su obra más famosa y significativa, Mrs. Dalloway, Woolf repite el proceso, encarnando a la desencantada Clarisa y, más específicamente a Septimus Smith, el excombatiente que regresa de la guerra con los nervios rotos y que consulta a un notable profesor que no acude a sus llamadas de auxilio (este último personaje representa a su marido).

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