El primero de noviembre de 1961, cae la primera militante comunista en manos de la policía represora de Rómulo Betancourt. Horas previas, su madre, Doña Lola, preocupada por la suspensión de las garantías constitucionales, le pedía que se cuidara de los adecos: “Mira que Betancourt dijo que hay que disparar primero y después que averigüen… lo que estás buscando es que no te deje ir”, y ante esta afirmación materna, responde Livia la rebelde: “¡Me escapo! Además, yo muero defendiendo una causa”.
Valiente joven mujer que fue inmortalizada por el poeta y abogado Humberto Cuenca como “La Virgen Roja de los estudiantes”; integrante fundamental de las huestes juveniles comunistas, estudiante de psicología (UCV), nacida en la parroquia San Agustín, nuestra Livia Margarita Gouverneur nació el 14 de julio de 1941, era la mayor de 11 hermanos, de voz ronca y fuerte, activa, mordaz, sensible poetisa desde los 7 años, le encantaba manejar motos, organizar y entrenar campesinos yaracuyanos, hacer teatro (trabajó junto Hugo José Balzán, César Rengifo y Oswaldo Orsini).
Forma parte de la Unidad Táctica de Combate (UTC) Brigada “21 de Noviembre”, que busca entorpecer las labores terroristas de los cubanos batisteros amparados por el régimen betancurista. Esa gusanera se reunía para planificar actividades en contra de la naciente Revolución Cubana, bajo el patrocinio cómplice de la policía política adeca, pues eran Kennedy y la CIA quienes daban instrucciones y financiamiento al ignominioso Betancourt.
Recibe un disparo que cercena su vida, esto ocurre en una acción comando contra estos grupos desestabilizadores: La UTC responsable de la actividad comando es sorprendida en su plan inicial, quedando Livia en la línea de combate.
Su cuerpo es llevado a su casa, la acompañaba, otro mártir de la Revolución venezolana, Alejandro Tejero, quien queda dentro de la larga lista de los desaparecidos del régimen puntofijista. Su grupo de compañeros de la UTC deciden entregarla en su casa. Su velorio transcurrió en una impactante movilización popular; allí se escucha por primera vez una consigna que marcaría la historia de cantos que demandan apaciguar el dolor del luto y retumba en la garganta de los grupos insurgentes en la patria grande: “Livia, camarada, tu muerte será vengada”. A pesar de las autoridades represoras, La UCV, casa que para ese entonces vencía las sombras, recibió la multitudinaria marcha fúnebre, el Decano de la Facultad de Humanidades se sumó a la denuncia y a la exigencia de justicia ante este doloroso hecho.
La canalla autoritaria pretendió sembrar en el imaginario colectivo que su muerte se debió a la manipulación inadecuada de las armas que usaban sus compañeros dentro del vehículo destinado a la operación. Esa mentira no caló nunca en el pueblo, eso se demostró y se sigue demostrando en la inestimable consideración del aporte de Livia a la lucha armada, a la emancipación de la mujer que pelea por transformar una realidad que oprime oprobiosamente a su pueblo. Creyó fervientemente en la solidaridad internacional.
Hoy día, seguimos velando su aporte, con la firme convicción de que la venganza contra sus asesinos, será seguir construyendo el camino hacia la Liberación Nacional, formando las bases materiales reales que posibiliten la irreversibilidad de la construcción de la Patria Socialista. A 56 años de su asesinato, su sangre aun riega los jardines de quienes se niegan a dejar de soñar y de construir otro mundo posible y necesario.
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