Hoy se cumplen 26 años del segundo intento de golpe de Estado promovido en Venezuela el 27 de noviembre de 1992. El primero ocurrió el 4 de febrero de ese año donde un grupo armado, comandado por Hugo Chávez intentó tomar el gobierno.
Desde entonces, la historia venezolana quedó dividida para dar cabida a profundas transformaciones políticas y sociales que allanaron el camino hacia la llamada “revolución bolivariana”.
Pero estos movimientos militares que se planearon desde el seno de la Fuerza Armada nacieron del estallido masivo y sorpresivo de violencia popular que se vivió en nuestro país el 27 de febrero de 1989.
Es imposible desligar estos hechos históricos que marcaron el recuerdo de los venezolanos y cambiaron el rumbo de los acontecimientos.
“Caracazo”
Apenas iniciado el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, entre los días 27 y 28 de febrero de 1989 la sociedad venezolana se estremeció por una ola de disturbios y saqueos violentos sorpresivos, masivos en varios estados del país que superaron a las fuerzas policiales que actuaron con lentitud y sin eficacia.
La aplicación de un programa de ajustes llamado paquete económico que estipulaba, entre otras medidas el alza indiscriminada de las tarifas de bienes y servicios a través de la liberación de precios, un aumento del 100% de la gasolina, liberación de las tasas de interés, incremento de los impuestos y la negativa a un ajuste general de sueldos, fueron el detonante.
Estas medidas, planteadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y aceptadas por Pérez tras la represión económica que se vivía en el país desde principios de los años 80, trajeron consigo el aumento en los precios de las tarifas del transporte urbano y desabastecimiento que explican en lo inmediato la ocurrencia de este estallido, su violencia y magnitud fueron reflejo de profundos procesos de frustración acumulada en la población de menores recursos, derivados del decaimiento económico del país a lo largo de la década 1980.
27 de noviembre de 1992: “Los golpes de Estado evidenciarían el malestar existente en el país
Las convicciones firmemente arraigadas como la supuesta pasividad popular, el control de la población por parte de los partidos políticos, y la estabilidad de la democracia, quedaron cuestionadas.
La situación crítica de los años venideros como los dos intentos de golpe de Estado de 1992 evidenciaría dramáticamente el malestar existente en el país.
Aquel 27 de noviembre fue la prolongación directa del 4 de febrero del 92, en el que el comandante Hugo Chávez Frías proclamó la famosa frase “por ahora”.
Obviamente en estos hechos había relación entre los nuevos golpistas que se alzaron y los que ya estaban detenidos. El grupo denominado “Movimiento Cívico Militar 5 de Julio” son los responsables militares de esta sonada, y estaba conformada por los contraalmirantes Hernán Gruber Odreman, jefe de la operación, Luis Enrique Cabrera Aguirre , el General de la Brigada de la Fuerza Aérea, Francisco Visconti Osorio, el Coronel del Ejército, Higinio Castro y el Mayor de la Guardia Nacional, Carlos Salima Colina.
Seguían teniendo la misma idea de tomar el poder por la fuerza, incluso incorporando un plan de magnicidio. La obsesión por sacar a Carlos Andrés Pérez de la historia continuaba en pie.
Por el sector civil estuvieron involucradas las organizaciones Bandera Roja y Tercer Camino, así como individualidades pertenecientes a las agrupaciones Frente Patriótico y críticos del gobierno.
Conformando este grupo, 35 desertores del grupo Ceta, la organización de comando táctico más especializada de la Policía Metropolitana, completando así un grupo poderoso de adversarios al gobierno de turno.
Uno de los objetivos clave de la operación debía ser liberar al comandante Hugo Chávez de su prisión en Yare.
Chávez cuenta: “cuando vamos a Yare y pasa mayo, junio y hasta el 5 de julio continuaba el plan de matar a Pérez (…) Hasta esa fecha existió contacto entre los dos grupos, los de afuera y nosotros, pero después soltamos las riendas”. Según reportes de inteligencia, utiliza a su hermano Argenis Chávez, para enviar mensajes a los conspiradores desde la cárcel, como lo comprobaría una llamada interceptada una semana antes del 27 de noviembre.
Para entonces, todo el país está de pie siguiendo los acontecimientos. Todo el país magnetizado al televisor, viendo un desfile de líderes políticos trasnochados, que dicen apoyar la democracia. La asonada es noticia fuera de nuestras fronteras, George Bush, el primer exprimer mandatario que llama a Pérez. Como una muestra irónica del destino, Fidel Castro redacta un cálido telegrama de solidaridad con su homólogo venezolano, “embargado por una profunda preocupación”.
Obviamente en estos hechos había relación entre los nuevos golpistas que se alzaron y los que ya estaban detenidos
Una de las lecciones que los golpistas aprendieron el 4 de febrero fue la necesidad de dominar los medios de comunicación como requisito indispensable para asegurar el éxito de la operación: controlan la antena que da señal a tres televisoras comerciales al tiempo que toman el canal estatal de manera violenta, asesinando a quienes oponían resistencia.
Logran así transmitir un video en el que Hugo Chávez apoya la insurrección y llama a la población a unírseles, aunque este no era el plan original. Por razones que aún se desconocen, un audiovisual, previamente grabado por el alto mando militar que dirige la operación nunca sale al aire.
Como resultado de reacciones espontáneas y acciones dirigidas por las agrupaciones revolucionarias se produjeron incidentes, la población civil salió a protestar y manifestar solidaridad con los golpistas.
Por su parte, el presidente Pérez aparece anunciando que está a salvo y que este nuevo intento también será un fracaso. El grueso de las Fuerzas Armadas respalda la institucionalidad y repele a los sublevados.
Diecisiete aviones resultan averiados, cuatro son derribados. Un grupo de 93 golpistas piden asilo en Perú. Los reportes oficiales hablan de 171 muertos (142 civiles y 29 militares), 95 heridos y 1.340 detenidos (500 entre oficiales y suboficiales, 800 soldaos rasos y 40 civiles).
Muertes, confusión y desolación fue el resultado de este alzamiento.
Los principales enfrentamientos del 27 de noviembre ocurrieron en el Distrito Federal, así como en los estados Miranda, Aragua y Carabobo. La insurrección fue controlada por el Gobierno el mismo día, lo que provocó la rendición de los involucrados y la huida y posterior asilo en Perú de cerca de un centenar de estos.
Este intento de golpe se planificó bajo el impacto de los resultados de febrero y aunque es indudable que la popularidad de los líderes de la asonada anterior era muy alta así como el descrédito del gobierno, la acción violenta nuevamente fracasó.
Bernal: el 27 de noviembre me uní al “por ahora” de Hugo Chávez
El ex comandante del Grupo Ceta de la Policía Metropolitana, Freddy Bernal, comenta desde el año 92, esta fuerza empieza un proceso para enlazarse con los rebeldes del 4-F, “la PM quería la oportunidad histórica de reivindicarse, y llegó el día 27 de noviembre”.
“Ese día tenía instrucciones de tomar Venevisión, Radio Rumbos, Radio Continente, la Comandancia General de Cotiza para neutralizar toda la fuerza policial en Caracas, y evitar que la policía confrontara al pueblo a la hora de la rebelión. En las patrullas nos lanzaríamos a las calles y convocaríamos al pueblo a luchar”.
Bernal asegura que fueron traicionados, “el capitán de fragata, Luis Manrique Padrón, nos delata y desde las 10 de la mañana sabía que el golpe sería derrotado. Fue un momento muy difícil”, aseguró.
“La PM quería la oportunidad histórica de reivindicarse, y llegó el día 27 de noviembre”
“Nuestra misión no solo era cumplir órdenes de nuestros comandantes, sino enfrentarnos a un Gobierno que estaba maltratando a los venezolanos. Nuestra intención no solo era tomar el poder sino darle voz a los humildes, quienes eran los que sufrían más con las medidas económicas impuestas, bajo los parámetros de el FMI”.
Como lo ha destacado el historiador Manuel Caballero, “en el alza militar de 1992, Chávez y los golpistas no justificaron su acción sobre la base de un plan de gobierno. Supuestamente, reaccionaban indignados frente a la realidad que veían. El intento de golpe de Estado estaba, para ellos, mas cerca de una épica religiosa que de la violación de un marco legal. Dentro del culto al Padre de la Patria el mensaje era también claro: se rebelaron para hacer cumplir la voluntad de Bolívar”.
Al igual que lo sucedido con los involucrados en el intento del 4 de febrero, las causas no fueron sobreseídas y los oficiales de mayor rango fueron indultados por el presidente Rafael Caldera, a cambio de solicitar su retiro de las Fuerzas Armadas y los exiliados retornaron al país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario